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sábado, 31 de agosto de 2013
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10 comentarios:
Enorme Gila. Un humor inimitable.
Me los sé de memoria, pero siempre termino riendo.
He escrito riendo por no escribir descojonándome.
El mayor filósofo que dió la tierra de los Iberos, decía que el matrimonio es como el metro en hora punta, los que están dentro quieren salir y los que están fuera quieren entrar.
Un monstruo.
Y todo eso porque lo fusilaron mal en la Guerra Civil. ¿Conocéis la anécdota, no?
Esa es buena.
La contaba Gila en entrevistas, no en el escenario, como cierta.
Lo recuerdo perfectamente.
Sí, decía que: "fue un fusilamiento informal, sin tiro de gracia ni nada, que por cierto, no sé que gracia tiene ese tiro".
Incluso hablando de una tragedia como esa, no perdía el humor.
Por eso el título del post.
Muy bien puesto, por cierto. Es que nos comen tanto la moral entre todos que hasta están acabando con el humor.
Miguel Gila en su libro de memorias "Y entonces nací yo. Memorias para desmemoriados"(1995):
Nos fusilaron al anochecer; nos fusilaron mal. El piquete de ejecución lo componían un grupo de moros con el estómago lleno de vino, la boca llena de gritos de júbilo y carcajadas, las manos apretando el cuello de las gallinas robadas con el ya mencionado Ábrete Sésamo de los vencedores de batallas. El frío y la lluvia calaba los huesos. Y allí mismo, delante de un pequeño terraplén y sin la formalidad de un fusilamiento, sin esa voz de mando que grita: "¡Apunten!, ¡fuego!", apretaron el gatillo de sus fusiles y caímos unos sobre otros. Catorce saltos grotescos en aquel frío atardecer del mes de diciembre.
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