Ayer llevaba a mis hijos al colegio en el coche, todavía iban los dos con la cara llena de pústulas -deprimidos y despojados de toda esperanza vital a causa del desfile de los Reyes Magos en Madrid- y en las emisoras que fui poniendo en la radio (las que fueran) el tema nacional más importante de este país llamado España seguía siendo el mismo: la cabalgata.
España no se mueve y todos nosotros ahí arriba subidos todavía a la cabalgata. Meneando la pelvis y tirando caramelos. Como en esa inquietante escena de Apocalipsis Now en la que un jovencísimo Lawrence Fishburne se pone a bailar como loco el Satisfaction de los Stones en la patrullera, asediado por mil peligros y con rumbo incierto, sabiendo que los vietcong le están apuntando a la cabeza desde la orilla.
En un país con 21% de paro, los líderes de opinión más avezados andan visiblemente preocupados por la cabalgata.
En un reino donde cerca del 15% de los trabajadores ya es pobre, los espacios de discusión pública miran lo que hay sobre la carroza pero no lo que hay debajo.
Sucede en el lugar donde 400.000 personas viven con menos de 332 euros al mes, donde más ha aumentado la brecha social entre los que tienen y los que no, donde el desempleo juvenil alcanza al 53% de los chicos de veintitantos que, en su país, querrían ser enfermeros o mecánicos o maestros o encofradores y a lo peor no lo son jamás.
Jamás, jamás.
Vuelvo a casa desde el colegio. Mojo en la leche lo último que me sobra del roscón de Reyes y se me queda aquí atravesada la fruta escarchada. Es la imagen de esta refugiada que tengo frente a mí: una niña siria con un gorrito de lana. Los ojazos socavados como cráter de obús. Menudísima. Desnutrida. Lo dice un informe de Naciones Unidas sobre los refugiados: "Es inaceptable que decenas de miles de personas sobrevivan alimentándose de malas hierbas en las zonas sitiadas".
Pero estos días toca cabalgata.
Mientras hablamos de lo execrable del crimen, no contamos los muertos.
Ladran, luego cabalgata.(...)
"No puedo evitar inclinarme hacia el lado de lo cotidiano, hacia el lado de aquellos, tanto da quiénes sean, a los que se humilla y se degrada", leo en el Breviario de la dignidad humana de Albert Camus que me ha regalado mi hermano Francisco.
¿Quieren una historia inaceptable de Reyes? Pregúntenle a Jota.
Supe de Jota por una trabajadora social de Leganés que me citó estos días en la cervecería Melody para contarme su historia.
- No es para publicar.
- Descuida.
Jota vio la cabalgata por la pantalla, junto a su padre y su madre, en una casa sin calefacción y al borde del desahucio. El crío le escribió una carta a Papá Noël donde pedía "un travajo" para los padres. Y nada más. Dos líneas de carta con letra de borrachito. Me la enseña. Nos callamos. Se la guarda. Removemos las infusiones.
Jota tiene ocho años y sabe quiénes son los reyes. Vaya que si lo sabe. Porque le han contado lo que hay. Y sobre todo lo que no hay y por qué no lo hay. Aún está esperando el único regalo que pidió.
Enciendo el televisor. España no se mueve y todos nosotros ahí arriba subidos todavía a la cabalgata. Le importa mucho la cabalgata a Jota.
PEDRO SIMÓN - El Mundo, 09/01/2016
4 comentarios:
Toda una escena discepoleana se ve de acá esa cabalgata...
Somos tan parecidos españoles y argentinos, tan iguales por momentos, tan los mismos, en nuestra historia reciente, digo, ojala lo fuéramos en vuestra rica historia, sueño.
Tremendo artículo tan bien escrito por Pedro Simón, sobre todo por lo que plantea y en lo que deriva. Como a él se le atravesó la fruta escarchada, a mí se me atragantó la misma bronca de siempre por lo que ya se sabe.
Vaya, siempre tiene que haber alguien que nos amargue la fiesta. Con lo bien que lo estábamos pasando con la superficialidad del modelito falso de Gaspar y la compasión que había despertado (gracias a su mamá) la pobre niña y va este periodista y se le ocurre traer a un niño pobre para recordarnos lo que está ocurriendo en España.
No te lo perdonaremos jamás, Pedro Simón, jamás.
Jamás, jamás, jamás, cómo se te ocurre sacar estas cosas ahora que nos estábamos divirtiendo de lo lindo, Pedro Simón, hombre.
Todo esto que dice Simón hay que recordarlo a cada rato, sobre todo en circunstancias tan triviales como las que nos han venido ocupando estos días. ¿O no son tan triviales? Seguramente no, porque proceden de donde proceden.
¡Ay, el adanismo de cierta gente, que piensa que el mundo comienza en ellos!
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