Hace unas fechas, en un comentario a un post de la serie, Gatopardo nos evocaba el viejo Café Tortoni de Buenos Aires.
El Tortoni fue inaugurado en 1858 por un tal Monsieur Touan del que poco se sabe, más allá de que era francés y que pretendía hacer una réplica de un café parisino de 1798. Se desconoce si en principio se ubicó en el 200 de Defensa o en la esquina de Rivadavia y Esmeralda, pero en 1880 cambió de dueño y se mudó al lugar que actualmente ocupa, en el 800 de Rivadavia. No existía por entonces la Avenida de Mayo, en la que hoy se encuentra su entrada principal.
Es larga la lista de celebridades que hicieron del Tortoni un café legendario: artistas, oradores, periodistas, escritores, filósofos, cantantes... En el tango Viejo Tortoni se mencionan algunos: el pintor y escultor Benito Quinquela Martín, los poetas Raúl y Enrique González Tuñón, el compositor Juan de Dios Filiberto, el cantante Carlos Gardel, el poeta Baldomero Fernández Moreno. De Gardel se recuerda una sola actuación, en el homenaje al dramaturgo italiano Luigi Pirandello. A su Bodega acudía Alfonsina Storni, en su piano tocó Arturo Rubinstein y en sus mesas disertó Federico García Lorca.
De todos los cafés que existieron y existen en la Avenida de Mayo, hay uno que resulta algo así como un sinónimo de la avenida y de todos los cafés de Buenos Aires: el Gran Café Tortoni. Este viejo café es casi una leyenda, una parte insustituible del espíritu de la ciudad. Fue refugio de la bohemia intelectual de los años de oro y aún sigue siendo un reducto acogedor para todas las manifestaciones del espíritu... (Oscar B. Himschoot y Ricardo A. Ostuni: Los cafés de la Avenida de Mayo. Buenos Aires, 1992)
Viejo Tortoni lo compusieron Héctor Negro (letra) y Eladia Blázquez (música) en 1979. En el siguiente vídeo lo canta la propia Eladia con alguna variación en la letra.
Se me hace que el palco llovizna recuerdos;
que allá, en la Avenida, se asoman -tal vez-
bohemios de antaño y que están volviendo
aquellos baluartes del viejo café...
Tortoni de ahora, te habita aquel tiempo...
Historia que vive en tu muda pared...
Y un eco cercano de voces que fueron,
se acoda en las mesas, cordial habitué...
Viejo Tortoni, refugio fiel
de la amistad junto al pocillo de café.
En este sótano de hoy la magia sigue igual
y un duende nos recibe en el umbral...
Viejo Tortoni, en tu color
están Quinquela y el poema de Tuñón...
Y el tango aquel de Filiberto,
como vos, no ha muerto;
vive sin decir adiós...
Se me hace que escucho la voz de Carlitos
desde esta Bodega que vuelve a vivir;
que están Baldomero y aquel infinito
fervor de La Peña llegando hasta aquí...
Tortoni de ahora, tan joven y antiguo,
con algo de templo, de posta y de bar...
Azul recalada, si el fuego es el mismo,
¿quién dijo que acaso no sirve soñar?