Raúl del Pozo siempre estuvo bien informado y tiene buena cultura y memoria histórica.
Dos Reyes, dos Papas
Tu abuelo -le explicó a Juan Carlos el Conde de Barcelona- tuvo que abandonar España, pero siguió siendo rey hasta su muerte. Sabes, Juanito, un rey no debe abdicar jamás». Ese consejo lo tenía siempre el Rey Juan Carlos I en la cabeza, pero al final, una extraña camarilla -no llegan a cinco- le han convencido para que abdique y le suceda el Príncipe de Asturias, no pringado en la corrupción ni en el bipartidismo borbónico. Y ahora los que no tragaban la Monarquía tendrán dos Reyes. Son ganas de joder y de llenar, -ocurre mientras escribo-, la Puerta del Sol y la Plaza de Cataluña de banderas republicanas y gritos de «Los Borbones a los tiburones».
Felipe VI no tiene los compromisos de la Transición, llega con las manos limpias, y aunque profesa un gran afecto y respeto por su padre, está seriamente preocupado por la corrupción general y el deterioro de la Corona. El mejor rey que ha tenido España en los últimos 200 años anunció su abdicación en un día soleado y ventoso, cuando le quedan pocos amigos, porque para un monarca es difícil conservar amigos. Creo que uno de los más fieles ha sido Félix Sanz, general de los Ejércitos y director del CNI. Le acompañó como un auténtico soldado a su capitán, igual que hizo con su rey nuestro paisano Julián Romero, maestre de campo y héroe de los Tercios. El general Sanz le salvó de marrones y nunca formó parte de esa camarilla de lobos que suelen adular al Rey.
José Luis de Vilallonga le citó a Juan Carlos en las Conversaciones la frase de Chamfort: «Amistad de corte, palabra de zorros y mundo de lobos». Juan Carlos contestó: «No conocía esa frase, pero así es. Cuando se es rey, no siempre es fácil distinguir entre un cortesano y un amigo».
«El rey es mi gallo», dice Sancho. Hay quien ha llorado en secreto porque el gallo de la democracia se ha ido al pudridero antes de morirse, cuando muchos ciudadanos han olvidado sus días de gloria. Me insisten en que la decisión es del Monarca, exclusivamente, pero ya sabemos que cuando el trono está en juego silban los puñales, aparece el síndrome del Rey Lear y las traiciones entre reyes y príncipes se suceden. Recuerden si no al Deseado conspirando contra su cornudo padre, Carlos IV, y todos traicionándose para entregar España al Corso.
Juan Carlos siempre reinó pensando en restaurar la Monarquía y que fuera su hijo el que la continuara. En los últimos tiempos sintió unos inconfesables celos por Felipe de Borbón, más que nada por la atención y la adulación que le dedicaban los que querían que él se fuera. A mí me dijo una vez cuando yo publiqué que Felipe estaba dispuesto a renunciar a la Corona para casarse con la escandinava: «Cuando quieras confirmar algo, llámame aunque sea a deshora. Yo me he ganado el reinado, mi hijo se lo tiene que ganar. No hay que hacerle faenas».
Desde que ayer se anunció la noticia en algunas plazas andaluzas pusieron el Himno de Riego y la gente empezó a salir a la calle. Republicanos andaluces me informan de que algunos oradores improvisados dicen a los ciudadanos que ésta no va a ser una sucesión consensuada, y que la Monarquía se traspasa de padre a hijo porque ha caído del notable alto al suspenso en vísperas del posible encarcelamiento de Iñaki Urdangarin.
En algunos balcones de Cataluña y Andalucía se han colocado banderas republicanas, hubo marchas y concentraciones en decenas de ciudades, y liturgia mayor en Sol. Detrás de las pancartas podía leerse: «Referéndum ya». «A por la Tercera República».
Juan Carlos se va sin que lo echen como hicieron con su abuelo Alfonso XIII o su tatarabuela, Isabel II. El signo semiótico, el que sintetiza la heterogeneidad de la sociedad, el vértice del consenso, el rey viajante, campechano, castizo, follador, constitucionalista, ha entregado, inesperadamente, la corona. Fue un día triste para los que lo admiran. Uno de los que ha estado cerca del Monarca en los últimos meses me dice: «Se va un ser excepcional. Me genera tristeza su marcha. Hubiera deseado que se fuera como se iban los centuriones a las guerras, aclamados por el pueblo».
Un ser excepcional, un icono de la democracia, un joven melancólico, un personaje shakesperiano, entre dos padres, que tuvo que afrontar burlas y afrentas antes de llegar a ser uno de los pocos seres del siglo XX a los que ningún hombre de Estado rechazó una llamada.
Ni los reyes ni los papas abdicaban. El armiño y la púrpura son para ellos gloriosas mortajas. Los monarcas reinaban hasta el último resuello. Ahora hay dos Papas y habrá dos Reyes de España. El Rey ha abdicado cuando había mejorado, cuando era capaz de estar tres horas de pie; jugaba al baloncesto desde la silla de ruedas. ¿Por qué se ha ido en este instante? Dicen que tomó la decisión de abdicar el día de su 76 cumpleaños. No estoy tan seguro.
Pregunto por qué extraña razón ha anunciado la abdicación intempestiva como una contraprogramación televisiva, cuando el Príncipe estaba fuera, Mariano Rajoy acaba de hacer un anuncio de impuestos importante y Alfredo Pérez Rubalcaba informaba de su congreso gótico. Me contestan: «El día estaba elegido y ha coincidido después con los anuncios. Ha sido al revés de lo que se dice».
En enero se habló de abdicación y de regencia. El Rey no quería en esa fecha abdicar ni a tiros; unas pocas personas, aún sabiendo lo arriesgado que resulta coaccionar a los reyes, le han convencido de que éste era el momento propicio, antes de que caiga el sistema y antes de que vaya su yerno a la cárcel.
Ni la izquierda ni los republicanos tienen suficiente mayoría para traer la República. Se equivocaron en el 75 cuando hablaron del reinado de Juan Carlos El Breve y ha durado 39 años. La izquierda después fue su más sólido apoyo, por primera vez. Hoy, 39 años después, IU declara que «la III República está más cerca. El Rey que se va fue nombrado por Franco, y el Estado no puede heredarse como si fuera un cortijo. La continuidad de Felipe VI debe ser consultada».
IU y Podemos creen que el PSOE se suicida si apoya la Monarquía sin consulta. La izquierda y otros partidos piensan que aunque quiera evitarse, se ha iniciado un periodo constituyente. Una diputada me explica: «El que mejor va a salir de esto es el PP. Además, si se abriera un periodo constituyente y viniera después la República, el presidente sería del PP o, con menos posibilidades, del PSOE.
RAÚL DEL POZO