El primer intento, realizado la semana pasada, no tuvo éxito, ya que las muestras recolectadas entonces por la pala que hay en el extremo del brazo articulado eran demasiado gruesas y no conseguían entrar en el analizador, que admite granos de un milímetro como máximo.
Peter Smith, responsable de la misión, explicó que en el punto de aterrizaje el suelo parecía «muy poco común» y dotado, además, de propiedades químicas o electromagnéticas particulares que lo vuelven muy diferente de lo que se ha encontrado hasta ahora en Marte.
La nave está equipada con ocho pequeños hornos de uso único, llamados TEGA (Thermal and Evolved Gas Analizer) capaces de calentar los materiales depositados hasta los mil grados.
«Tras accionar por séptima y última vez el vibrador para hacer caer partículas a través del tamiz de la entrada de TEGA, nos sorprendió recibir datos indicando que el horno estaba lleno», explica un aliviado William Boynton, uno de los investigadores de la misión. «Accionamos el vibrador varias veces por día cruzando los dedos» para que cayera suficiente suelo en TEGA.
Ahora, una vez superado el problema, habrá que esperar varios días más para que el proceso de análisis se complete. Durante cuatro días se irá incrementando paulatinamente la temperatura para identificar el agua y los diferentes minerales de la muestra.
Según Smith, la sonda encontrará agua congelada bajo la superficie, en una segunda etapa de la exploración.