Historia
Resulta pintoresco, y revelador, que sigamos dándole vueltas al asunto de la memoria histórica. Primero, porque el concepto sólo se sostiene como mediocre figura poética: la memoria y la historia van cada una por su cuenta. Segundo, porque nuestra presunta memoria colectiva (otra mediocre figura poética) o no existe, como parece demostrar el hecho de que el PP se atreva a concurrir a las elecciones convertido en "el partido del cambio" y tenga serias posibilidades de ganarlas, o es pura fantasía, como demuestran miles y miles de españoles que además de inventarse un pasado, inventan sus propios recuerdos. Tercero, porque la historia de España es la que es, está bastante bien estudiada y, aunque no resulte satisfactoria, carece de remedio. Los intentos de reescribirla incurren en una deprimente estupidez.
Es bochornoso, por supuesto, que no todos los muertos de nuestra última guerra civil hayan sido enterrados de forma digna. Y sigue causándome dentera, tiempo después (la memoria sí sirve para eso), esa frase del chico Casado sobre los "carcas de la izquierda", "todo el día con la fosa de no sé quién". Muy respetuoso, chaval. A estas alturas, cada uno de los muertos debería ser de todos nosotros. Los de las chekas, los de las plazas de toros, los de las cunetas, los del frente y los de la retaguardia, los fascistas y los comunistas: son nuestros muertos. Les rendimos homenaje, eso sí, aunque de la peor forma posible: arrojándonos sus restos unos a otros, reivindicando el odio que les mató, trasladando al pasado el penoso 'y tú más' en que se basa nuestro actual debate político.
¿En serio quieren quitarle una calle a Manolete? ¿Y a Dalí? Hombre, comprendo que no se dediquen avenidas a un psicópata asesino como Millán Astray, pero carece de sentido anular casi medio siglo de la historia de España. Francisco Franco existió y existió el franquismo, impuesto al principio por las armas y luego por asentimiento mayoritario. Nadie mató al franquismo, murió de viejo. Constituye una pérdida de tiempo el esfuerzo por inventar una España resistente a la tiranía, honesta y democrática (cosa que, en general, no fue ni durante el siglo XX ni, por desgracia, es ahora); es aún más absurdo reivindicar, como capital político contemporáneo, a alguno de los dos bandos de 1936. Eso se puede dejar a la memoria, siempre sentimental. Ahora enterremos aquello, de una vez, con todos sus muertos y todo su fanatismo. No nos hace falta. Con nuestras tonterías contemporáneas tenemos bastante.
ENRIC GONZÁLEZ
Venimos de allá, tenemos el mismo adn orwelliano, no cabe duda. Aquí también pretendemos revisionar y reversionar la historia, cambiamos de estatuas, de próceres y de enemigos de la patria y de nombre las calles y avenidas como de calzoncillos.
ResponderEliminarNos seguimos tirando los muertos a la cabeza. Así no llegaremos a ningún sitio.
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